Valencia ( 8ª de fallas ), crónica de una vergüenza anunciada.

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Valencia, jueves 18 de marzo. 8ª feria de fallas. Casi lleno.

Toros de Juan Pedro Domecq, desiguales de presentación, varios de ellos muy terciados. Flojos, descastados y deslucidos.

Julio Aparicio, silencio en ambos.

Morante de la Puebla, saludos y silencio.

Cayetano, silencio tras aviso y silencio.

Cayetano pasa a la enfermería al finalizar el festejo.

Valencia (Esp.) El gozo en un pozo. Si la primera parte de la corrida apuntó virtudes y se sujetó en una faena personalísima de Morante de la Puebla y en otra de torero suelto de Cayetano, se esperaba aún más de la segunda. Allí se enlotaron los toros más serios y mejor hechos que, sin embargo, no mejoraron en nada el espectáculo. Se defendió el cuarto, el quinto, de preciosas hechuras, fue manso y complicado y el sexto, que tuvo un son excelente, no tuvo fuerza para desarrollar su bravura. De la apacible-desafortunada tarde, reseñar la fea cogida que sufrió Cayetano, afortunadamente sin ser herido.




Morante se llevó los olés más fuertes y los pitos más evidentes. Lo primero gracias a una faena muy personal a un toro manejable, el jabonero segundo, que mejoró en una muleta llena de sutileza y naturalidad, especialmente por el pitón derecho. Muy decidido Morante, adornó siempre cada tanda con detalles torerísimos marca de la casa. Tenía ganada una oreja pero la perdió con una estocada tendida y la lenta agonía del toro.


Esa faena, junto a la de Cayetano en el tercer episodio, fueron lo más lucido de la tarde. Tuvo buen son y buenas embestidas este toro al que Cayetano le hizo un quite por tijerillas embebiendo al toro en los vuelos del capote. Tuvo aplomo la faena y corrió muy bien la mano por el pitón derecho, cuando trataba de cerrarlo el de Juan Pedro le sorprendió y le volteó de fea manera, pero afortunadamente se libró de la cornada. Pudo ser y no fue el capítulo sexto. Salió un toro colorado con muy buen galope y tomó bien los vuelos del capote pero comenzó pronto a blandear las manos. Fue bravo pero sin la fortaleza suficiente para permitir una faena en la que Cayetano quiso y hasta trazó muletazos limpios pero el animal claudicó varias veces.



Eso fue lo más destacado de una corrida en la que el resto de los pasajes tuvo escasa importancia. Fue noble pero escaso de fondo y empuje el primero con el que Aparicio pasó el trámite intentando lo que no podía ser. El segundo de su lote, un toro serio y de buenas hechuras, derrotó al pasar por la muleta. El torero nunca le bajó la mano, quizá pensando que podía claudicar, pero a lo mejor era el único remedio para corregir ese defecto. Al manso quinto Morante de la Puebla le tocó los costados después de que el toro le pegara un brinco feo en el inicio de faena. Se lo quitó de en medio sin más.
Imágenes: Paco Ferrís